Durante el embarazo se producen cambios reversibles en la función hepática, los que convienen conocer porque se pueden interpretar erróneamente como enfermedades hepáticas. El tamaño del hígado se mantiene sin variaciones a través del embarazo; en consecuencia, la aparición de hepatomegalia (aumento del tamaño del hígado) indica enfermedad hepática.
Aunque el embarazo normal se asocia a cambios hematodinàmicos importantes, el flujo sanguíneo hepático absoluto se mantiene inalterado. El volumen sanguíneo y plasmático aumenta en un 40-50%, llegando a un máximo al inicio del tercer trimestre. Esto representa un aumento de aprox. 1,5 L de plasma y 0,5 L de glóbulos rojos. Sin embargo, la fracción hepática del débito cardiaco disminuye en un 35%, con la consiguiente reducción en el clearance hepático de diferentes compuestos.
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